"!que te alquila el piso el coran!"
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Lissette Bustamante, reportera del diario La Razón, de España, recorrió varias zonas de Madrid durante 72 horas vestida con “tilbab” y “hijab”, para saber cómo sus compatriotas trataban a las mujeres musulmanas. Hubo de todo: miradas de desconfianza, furtivas, comentarios en voz baja, insultos... Esta es su crónica.
Durante 72 horas he vivido la experiencia de ser musulmana en Madrid. Vestida con un tilbab (vestido que llevan las mujeres religiosas por vocación) y la hijab (el velo islámico) recorrí desde las zonas madrileñas con más recursos económicos hasta las más humildes.
Me he sentido temida y muy mal vista hasta por los ojos de algunos de los habitantes de mi barrio. E incluso al llamar para alquilar un piso y advertir que soy musulmana, me han negado el alquiler. Llamé por teléfono a varios anuncios de los diarios. En una de esas ocasiones me gritaron: “¿A vosotros no! ¿Váyase a su país!” Mi respuesta fue clara e inmediata: “Soy española y lo único que nos diferencia es que he abrazado el Islam, el Corán...”. Ante mis palabras, la mujer, disgustada y exaltada, contestó: “¿Que el piso te lo alquile el Corán!”. Un piso situado en Plaza España, dos dormitorios, baño, 70 metros cuadrados y, de renta, mil euros.
Más allá del rechazo, también observé miradas de compasión, en las que podía leer, ¿qué duro lo que debes de estar pasando! La tarde del lunes, un tanto soleada y con muy buena temperatura, comencé mi andar como musulmana acompañada por otras dos en coche. Todas con hijab. En los semáforos algunos miraban con desprecio, otros entorpecían el paso, a pesar de que unos pocos mostraban respeto y tal vez comprendían la urgente necesidad de mantener una convivencia pacífica.
No tengo ninguna duda para asegurar que ser extranjera, musulmana y mujer constituyen tres características que dificultan la vida en España, mucho más ahora que los extremistas siembran muerte e inseguridad. Las mujeres de la mezquita de Tetuán, en especial la periodista y escritora Nawal Sibai, me explicaron las precauciones que debía tomar, así como los errores en los que no podía incurrir en público: no beber alcohol, no fumar y no comer cerdo. Me enseñaron a ponerme el velo, me ayudaron a vestirme, me invitaron a compartir el rezo y reiteraron la advertencia: “¡Ten mucho cuidado!”.
Cerca de la estación de Atocha una pintada exaltaba el sentimiento de venganza: “¿Moros hijos de @@@@. 100 x 1!”; así comienza la suma de todos los miedos porque algunas personas sólo ven la espiga sin mirar el trigal. Después de sufrir durante 72 horas como mujer musulmana el peso de los 191 muertos (*), de sentir la responsabilidad de los atentados y del terrorismo, enfrenté mi segundo día sola, pero esta vez decidida a no bajar la mirada y aferrarme a mi fe para soportar el rechazo. Ya la noche anterior dos taxistas no se detuvieron a pesar de estar libres. Tuve que buscar una parada y al subir el chofer me lanzó: “¿Anda la carrera que tengo, nada más y nada menos que con una mora!”.
Mis amigas musulmanas estaban encantadas de que viviera en carne propia su experiencia diaria. Deseaban acompañarme. Sin embargo, preferí sentir este cúmulo de sensaciones y vivencias sola durante 48 horas, para luego terminar esta inolvidable experiencia junto a Zuraia, natural de Ceuta, 32 años y con 4 hijos; Hwaa, de 23, madrileña, ambas casadas con sirios y la más joven del grupo, Suhaila, ceutí, de 16 años.
Mi segundo día, el último martes, comenzó en Plaza de España, una zona habitual por el ir y venir de extranjeros, por lo que el fotógrafo y yo decidimos irnos a Leganés, exactamente a la calle Carmen Martín Gaite esquina Irene Hernández, donde se inmolaron los terroristas. Antes de llegar a la zona acordonada por la Policía, nos separamos. Me acerqué a un grupo de vecinos y me senté en un muro desde el cual observaba los trabajos de desescombro. Poco a poco me fui quedando sola; poco a poco se apartaron de mi lado, poco a poco el vacío se fue haciendo mayor. A su vez, comentaban en voz baja: “No sé cómo se atreve a venir hasta aquí... ¿no le dará miedo de que le hagan algo?”. El ambiente era tenso, las miradas de condena... Una vez más comprendí el miedo tan profundo que siente la comunidad islámica al ser el blanco de la ira popular por la masacre y la brutal explosión. Me marché. Preferí no provocar la paciencia contenida, porque la discriminación se entremezcla.
Mi vida cambió durante 72 horas. El dueño de una de las cafeterías de mi barrio no me trataba igual. “¡Ya es lo último que te faltaba, meterte a musulmana!”.
De Leganés fuimos a Vallecas, a El Pozo del Tío Raimundo. Allí, varias mujeres musulmanas me saludaban o intercambiaban miradas de complicidad. Sin embargo, al acercarme a encender una vela, una señora mayor me espetó: “Mejor ponga la vela en su casa porque usted es como ellos”. Respiré profundo. Comprendí que el peligro se ha infiltrado en el lecho de todos, sin distinción de nacionalidades, y ahora comparte nuestros sueños y vigilias. La miré unos segundos antes de responder: “Perdone señora, ellos son terroristas y estos muertos también son nuestros”.
La comunidad musulmana sabe que por los terribles acontecimientos todos son sospechosos, por ello no se atreven a salir a la calle y prefieren mantenerse en sus casas. Incluso, muchos ya han necesitado asistencia psicológica.
Tras este intercambio de palabras en El Pozo me dirigí a una empresa de trabajo temporal en la avenida de la Albufera, en Vallecas. Me recibe un joven que no oculta su asombro. Con lujo de detalles explico mi urgente necesidad de trabajo. Me entrega una ficha para rellenar, aunque advierte que a pesar de mi preparación como universitaria sólo puede ofrecerme trabajo como “peona”. Insisto en que tengo papeles, que podría trabajar en una oficina, en fin, que buscara otra opción. Al final reconoció que por mi forma de vestir, el velo y los últimos acontecimientos ninguna empresa me contrataría. Sentí un fuerte dolor mezclado con impotencia. “Tiene que entenderlo, es lo que hay... ¿llena la ficha?”... Me marché dándole las gracias y diciéndole que sea lo que Dios quiera...
Otra vez la calle. Un hombre pasa a mi lado y exclama: “¿guarra!”... En un paso de cebra, mientras esperaba la señal verde para los peatones, un hombre escupe a mi lado. Opté por el silencio, a pesar de mi indignación. Todos tenemos las mismas lágrimas frente a la tristeza, aunque los terroristas no tienen en cuenta el valor de la vida. El infierno son los otros, son ellos, los que siembran muerte y dolor. Hwaa es clara: “Se olvidan de que los terroristas no tienen religión, son bestias irracionales y sus acciones son injustas y condenables por todos”.
Entro a una tienda de complementos para mirar los pañuelos. Inmediatamente a mi lado un guardia de seguridad observa cada uno de mis movimientos. Es entonces cuando decido irme a Lavapiés, donde se cruzan todas las culturas, el miedo ya me sofoca. Confieso que allí me sentía como en casa, aunque una amiga, que frecuenta este barrio de Madrid, me comentó que está “con la sensación de vivir una pesadilla con los ojos abiertos”.
Madrid es hoy una ciudad distinta, la capital española está blindada. Por el solo hecho de vestir como musulmana ya estás bajo sospecha, a pesar de que en ningún momento me pidieron identificación. “Tal vez por los rasgos de tu cara o porque eres mujer y vas sola, pero a los hombres musulmanes, sobre todo marroquíes, les piden la documentación a diario”, explica Zuraia.
En Lavapiés se siente la presión por la fuerte presencia policial. Otra vez saludos en árabe, miradas de simpatía... En la plaza me siento en un banco al lado de un vecino madrileño con quien intercambio el típico comentario del tiempo. Al confirmarle que no vivía en la zona me dice: “Tenga cuidado. El otro día, desde un coche, le gritaron a un joven, de aspecto árabe, terrorista”. Intercambiamos palabras sobre la bondad y la maldad de la humanidad y del uso que hacen los políticos del lado más oculto y terrible de las personas. “Todo esto es muy complicado. Mis años, que son muchos, me dicen que aquí hay mucha tela, pero mucha... Hay animales carroñeros, pero también políticos y ustedes lo saben y lo sufren”.
Comienza a caer la tarde. Este anciano aplaca mi impotencia con su humildad y solidaridad. Tras esta maravillosa sensación de vida me traslado a otro Madrid, la calle de Alcalá hasta llegar a El Retiro, donde me siento en una terraza y pido una botella de agua. Tropiezo otra vez con las miradas de desconfianza, los comentarios en voz baja, pero me abrazaba a la memoria del encuentro con el anciano...
Llega la noche con su oscuridad. El fotógrafo sin su equipo, para no llamar la atención de algún “skin”, está atento. Anduvimos por varias calles hasta entrar en una cafetería tristemente célebre por haberse planeado una intentona golpista. Apenas había clientes. Parecía que las bebidas que pedimos para calmar nuestra sed servirían también para relajar los ánimos. Pero no. El camarero nos atiende con desgana, demora y desprecio. Mientras esperábamos, tres hombres se sentaron cerca de nosotros y al verme uno de ellos exclama: “¿Mira, la mora esta aquí!”.
No pude resistir. Tras beberme un té con leche, cuando nos disponíamos a salir me acerqué: “Por favor, no somos responsables de lo que ocurre, busquemos la convivencia”. Su respuesta, repleta de soberbia y desprecio, no era nada conciliadora: “No tengo nada que hablar con usted”. Entretanto, uno de esos amigos, con la cabeza totalmente rapada, se levanta de su silla en actitud amenazante. En las afueras de la cafetería esperaba un taxi y con la comprensión del taxista pude fumarme un cigarrillo para calmar mi rabia y el cansancio emocional que sentía. Quedaban otros recorridos para el día siguiente, mejor descansar e intentar olvidar lo que se puede olvidar.
El miércoles comenzamos temprano. Salgo de casa, caminaba tranquila, pero los ojos de mis vecinos estaban clavados en mí. Iniciamos un recorrido por Madrid en autobús para luego caminar por el centro. Subí al vehículo, que en ese momento estaba casi vacío. Elijo sentarme en un asiento para dos. El autobús avanzaba, todos los asientos se fueron ocupando, a excepción del que estaba a mi lado. Ya en la parada de Cibeles una joven, sin el más mínimo temor, se sentó a mi lado. Bajamos del bus muy cerca del Congreso de los Diputados, donde también se observa una fuerte vigilancia policial.
Ya había hablado con mis amigas musulmanas para bajar al Metro y recorrer varias estaciones. Al caminar por Gran Vía hacia la Puerta del Sol volvieron los ojos de reproche y desprecio, pero ahora mantenía la mirada con fuerza, con dignidad, sin ninguna vergüenza por mi vestuario, por mi aspecto, por lo que representaba. Se da la circunstancia de que al mantener mis ojos firmes, preferían evitarlos y miraban hacia el suelo.
Llegamos a la cafetería donde habíamos quedado. Entraban y salían turistas, trabajadores, en fin, el ir y venir que caracteriza la Puerta del Sol. Todo parecía tranquilo hasta que dos jóvenes dicen: “¿Mira con lo que hemos topado, con una mora de mierda!”. Silencio desde nuestra mesa, no vale la pena responder...
Por fin llegan Zuraia, Hwaa y Suhaila, venían de Lavapiés, donde habían comprado unos pañuelos y un vestido para una boda musulmana. Entre refresco y refresco, sus inquietudes por saber lo que había vivido en esos dos días. La conclusión estaba clara, la convivencia pende de un hilo muy fino que entre todos debemos sostener. Insisten en que es necesario “llamar a la serenidad para que no prenda a nivel popular una identificación total entre terrorismo integrista y religión musulmana”. Saben también “que no estamos vacunados contra la aparición de demagogias xenofobas cargadas del oportunismo de algunos grupos extremistas”.
Entramos al Metro en Sol para ir hasta la estación de Atocha a rendir nuestro homenaje a las víctimas. Otra vez miradas discriminatorias, otra vez vacío de asientos, otra vez el recelo. Cuatro mujeres con velo, cuatro mujeres musulmanas que encendíamos las desconfianzas. Los ojos se clavan en nosotras como clavos ardiendo, de arriba abajo, de abajo arriba, desprecio que sube y baja.
Llegamos a la ya mítica estación. Los agentes policiales y otros de civil nos observan. Recorremos cada uno de los rincones dedicados al homenaje por las 191 víctimas. Se impone el silencio entre nosotras, sólo el comentario de una señora mayor interrumpe la oración o las peticiones de paz y convivencia. “¿Por qué no se irán a su país?”.
Nuestros rezos, ya sea a Dios o a Alá, coinciden en las intenciones. Algunas personas que también se acercaban a rendir el merecido homenaje nos miraban con simpatía y respeto. La tarde vuelve a desvanecerse. Es la hora del regreso a casa. Antes de marcharme recuerdo aquel anciano al que me acerqué al salir del Parque de El Retiro para preguntarle cuál era la mejor forma para llegar al otro lado del inmenso parque. Aquel señor, cuyo nombre no sé, fue amable, atento, me explicó con todo tipo de detalles las diversas entradas y salidas de El Retiro.
Agradecí mil veces sus atenciones, sus palabras, su tiempo dedicado a mí... Al despedirnos con un hermoso “hasta pronto”, aquel señor, con su pelo completamente blanco, añadió, “cuídese señora”, a lo que respondí: “Todos queremos vivir sin miedo”.
Al llegar a la redacción me quité el hijab y el tilbab. Me fumé con ansiedad un cigarrillo y comencé a escribir este reportaje agotada de tanta humillación y desprecio, pero con la esperanza de que la cordura y la prudencia prevalezcan para convivir en paz, una paz que todos queremos y que todos necesitamos porque eso es lo que Dios quiere.
* La periodista se refiere a las víctimas del atentado de Madrid, ocurrido el 11 de marzo de 2004. (Nota de la editora).
Fuente: La Razón, España, reproducido en Corazonistas.com. Enviado por Dulce Esperanza de León Steel.
"el piso que se te lo alquila el coran"
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Ecrit le 21 mai06, 04:53- Andalou
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Ecrit le 22 mai06, 09:13
Oui enfin ne croyez pas les journaux pour parole d'évangile ...culebra a écrit :pour ceux qui comprennent l espagnol...c est assez edifiant de trouver ces comportements dans une capitale europeenne,esperons que les mentalites changeront.
malheureusement et encore plus en ce qui concerne l'Islam les médias occidentaux ne montrent que ce qui les arrangent ...
Qui plus est l'Espagne est un pays ou le racisme fait des ravages bien plus qu'en France etc ...
Apprenez a être objectif quand aux source médias c'est important !
Ecrit le 27 mai06, 09:45
moi je crois au travail journalistique de cette femme,qui n est pas musulmane,qui essaie d etre la plus objective possible.la razon,pour ceux qui connaissent,est un journal espagnol de droite on va dire,donc je voie pas trop ce qui les arrangeraient de montrer le racisme a madrid.Andalou a écrit : Oui enfin ne croyez pas les journaux pour parole d'évangile ...
malheureusement et encore plus en ce qui concerne l'Islam les médias occidentaux ne montrent que ce qui les arrangent ...
Qui plus est l'Espagne est un pays ou le racisme fait des ravages bien plus qu'en France etc ...
Apprenez a être objectif quand aux source médias c'est important !
toi qui te surnomme andalou,tu devrait aussi savoir que cette region est assez peu raciste,pour ne pas faire de generalite...mais en effet le reste de l epagne comme madrid barcelone,alicante las bas c est chaud pour les etrangers.je le sais de source sure,je l ai vecu dans ma ville natale,on m a pris pour un "moro"parce que je parle espagnol avec un accent francais.ils ne se sont pas arretes a m insullter,ils en sont venus aux mains.
mais au fait,avez vous lu l article?
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Ecrit le 27 mai06, 19:26
C'est etonnant dans l'article le nombre de fois ou elle se trouve confronté à l'amalgame fait entre les terroristes et les musulmans.
Pour que les choses changent, il faudrait dejà que cette almalgame cesse alors les les terroristes eux-meme le provoque sciemment et que les médias le font systematiquement..
Et puis , quand meme dans l'article, se pose le problème de la tenue.
Evidemment en tant que 'caucasienne' un tel deguisement lui etait indispensable. Malgré , le port du hijab n'est pas anodin.
C'est souvent quand meme un symbole de l'appartenance à une mouvance fondamentaliste.. donc à priori qui peut s'apparenter à des terroristes.
Je ne sais pas si les réactions auraient ete identiques avec le simple port d'un voile..
Pour que les choses changent, il faudrait dejà que cette almalgame cesse alors les les terroristes eux-meme le provoque sciemment et que les médias le font systematiquement..
Et puis , quand meme dans l'article, se pose le problème de la tenue.
Evidemment en tant que 'caucasienne' un tel deguisement lui etait indispensable. Malgré , le port du hijab n'est pas anodin.
C'est souvent quand meme un symbole de l'appartenance à une mouvance fondamentaliste.. donc à priori qui peut s'apparenter à des terroristes.
Je ne sais pas si les réactions auraient ete identiques avec le simple port d'un voile..
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Ecrit le 31 mai06, 02:45
L'article est intéressant, mais bon, les réactions auraient été les mêmes sans les attentats de Madrid ?
Il faut peut être se rapporter aux affirmations d'un autre journaliste lui, jordanien, qui a été mis en prison suite a un article écrit sur l'affaire des caricatures qui disait:
Il faut peut être se rapporter aux affirmations d'un autre journaliste lui, jordanien, qui a été mis en prison suite a un article écrit sur l'affaire des caricatures qui disait:
En Jordanie, Jihad Momani, rédacteur en chef de l'hebdomadaire à
scandale Shihane, était en prison jusqu'à hier. Il a été libéré sous
caution, comme un autre journaliste incarcéré pour les mêmes causes, Hicham
al-Khalidi, rédacteur en chef d'Al-Mehwar. Poursuivi pour «atteinte au
sentiment religieux», Momani avait publié trois des dessins. Dans un
éditorial intitulé «Musulmans, soyez raisonnables», il s'était interrogé
(Libération du 8 février) : «Qu'est-ce qui porte plus préjudice à l'islam,
ces caricatures ou les images d'un preneur d'otage qui égorge sa victime
devant les caméras, ou encore un kamikaze qui se fait exploser au milieu
d'un mariage ?»
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